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jueves, 14 de junio de 2018

Siempre a enfrentar el cambio climático

Por G_nkerbell

En este contexto, el Periodismo Ambiental es una disciplina imprescindible para desentrañar todos estos procesos y arrojar algo de luz sobre las posibles soluciones y acciones a emprender para evitar una catástrofe ecológico-social. Para ello, un buen periodista ambiental debe ser capaz de interpretar las claves de cualquier proceso de deterioro ecológico con el fin de transmitir correctamente esta realidad y contribuir a revertirla.

La situación de Cambio Global a la que se enfrenta la humanidad debe ser conocida y comprendida por el conjunto de la sociedad para poder actuar en consonancia a los grandes cambios que se avecinan. El cambio climático, las consecuencias del urbanismo, la pérdida de biodiversidad provocada por el ser humano son algunas de las realidades acuciantes que merecen ser contadas.

En este contexto, el Periodismo Ambiental es una disciplina imprescindible para desentrañar todos estos procesos y arrojar algo de luz sobre las posibles soluciones y acciones a emprender para evitar una catástrofe ecológico-social. Para ello, un buen periodista ambiental debe ser capaz de interpretar las claves de cualquier proceso de deterioro ecológico con el fin de transmitir correctamente esta realidad y contribuir a revertirla.

Se deben tener en cuenta las herramientas necesarias para desarrollar un periodismo ambiental de calidad, comprometido con su entorno y capaz de cambiar realidades antes de que sean irreversibles.

En la segunda mitad del siglo XX ya era demasiada la acción destructiva de la humanidad sobre la naturaleza, hasta el punto de poner en peligro su propia existencia, debido al desequilibrio creado por sobrepasarse los límites de autorregulación de la naturaleza a causa, principalmente, de las materias extrañas añadidas. Por eso se generó un amplio movimiento internacional a favor del medio ambiente a partir de la publicación de documentos tales como “La primavera silenciosa” de Richel Carson en 1962; “La crisis del límite de crecimiento” del llamado Club de Roma en 1972 y “Nuestro Futuro Común” de la comisión Brundtland, en 1987.

La alerta de las publicaciones generó un amplio movimiento de la comunidad científica y de los políticos a escala internacional que han situado la problemática ambiental en la máxima prioridad de su atención a nivel mundial.

Son abundantes los programas y proyectos elaborados y puestos en práctica desde entonces para la educación ambiental por los organismos internacionales y nacionales, tanto en el ámbito académico como comunitario. También se han realizado muchos eventos para analizar la problemática en cuestión y adoptar decisiones consensuadas a favor de lograr una conciencia ambiental que se refleje en el mejoramiento de la conducta hacia las condiciones del entorno.

No obstante los recursos empleados y los esfuerzos desplegados para una mejor educación ambiental, los resultados son insatisfactorios todavía y no se manifiesta una conducta a la altura de las necesidades en las relaciones entre personas y entre estas y los demás componentes del hábitat humano.

Una multitud de factores condicionan la actuación de las personas en sus relaciones con la naturaleza y con sus semejantes ya sean económicos, financieros, políticos, tecnológicos, morales, entre otros; pero es tan evidente el peligro de que se agraven las condiciones de la existencia humana y que se agoten los recursos naturales imprescindibles para la vida social que es imperativo elevar y perfeccionar la labor educativa de los actores sociales para la construcción de un mundo mejor.

Se reconoce que la armonía entre las personas y la naturaleza requiere necesariamente de la armonía entre las personas, muy dañada y sin perspectivas inmediatas de solución. Son muchos los conflictos sociales existentes que indican la carencia de condiciones para alcanzar las metas trazadas por los organismos internacionales para el desarrollo sostenible.